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¿Por qué somos más valientes cuando viajamos? La ciencia detrás de nuestra transformación en vacaciones

Los viajes alteran la identidad, reducen la autovigilancia y activan la dopamina, favoreciendo conductas más audaces.

¿Por qué nos atrevemos a más cuando viajamos? La psicología tiene la respuesta

Desde lanzarse en paracaídas hasta probar sabores exóticos o hablar con desconocidos, en vacaciones nos animamos a hacer cosas impensadas. La psicología tiene varias respuestas que explican este fenómeno tan común como fascinante.

¿Qué ocurre en nuestro cerebro y nuestra mente cuando viajamos que nos lleva a romper nuestras propias reglas? La respuesta no es una sola.

Una periodista de Condé Nast Traveler, relató cómo saltó al vacío por primera vez desde una plataforma sobre el río Zambezi, en Zambia. La escena, es solo un ejemplo de cómo, en vacaciones, muchas personas se convierten en versiones más osadas de sí mismas.

Psicólogos y neurocientíficos coinciden en que los viajes alteran el entorno, la percepción personal y hasta la química cerebral, creando un escenario ideal para experimentar conductas más valientes, espontáneas o inusuales.

Identidad en modo viaje: más libre y flexible

En la rutina diaria, solemos actuar de forma coherente con nuestros roles: madre, ejecutivo, estudiante, tímido, metódico. Pero al viajar, esos marcos desaparecen. Según el psicólogo Bas Verplanken, nuestra identidad no es fija, sino un “autoconcepto operativo” que se adapta al contexto.

Esto significa que lejos de casa —y de quienes nos conocen— nos sentimos más libres para reinventarnos. Ya no nos preguntamos si eso que vamos a hacer “es típico de nosotros”, sino si realmente nos gustaría intentarlo.

Es en esa brecha donde florecen comportamientos más audaces, sobre todo en temporada de vacaciones y viajes. Sin embargo, contar con un buen seguro de viaje brinda la tranquilidad necesaria para disfrutar al máximo cada experiencia, incluso aquellas que implican salir de la zona de confort.

Menos miedo al juicio social = más libertad

Uno de los mayores inhibidores del comportamiento espontáneo en la vida cotidiana es el temor a ser juzgados. Familiares, amigos, compañeros de trabajo: todos funcionan como espejos que limitan nuestra forma de actuar.

Sin embargo, cuando estamos de viaje, somos virtualmente anónimos. No conocemos a nadie, nadie nos conoce. Un estudio del psicólogo Adam Joinson (1999) demostró que la anonimidad reduce la autovigilancia y permite una mayor libertad de acción, algo que también se ha observado en contextos digitales.

Así, decisiones que en casa evitaríamos por vergüenza —bailar en la calle, subir a un escenario, iniciar una conversación con desconocidos— en vacaciones se vuelven posibles.

Dopamina: la química de la aventura

Viajar estimula el cerebro de forma única. La novedad constante activa el sistema dopaminérgico, responsable del placer, la motivación y la recompensa. Según estudios publicados en la revista NeuroImage, regiones como el hipocampo y el estriado ventral se encienden cuando enfrentamos entornos nuevos.

¿El resultado? Nos volvemos más curiosos, receptivos y dispuestos a asumir riesgos. Incluso caminar por una ciudad desconocida puede desencadenar una “recompensa cerebral” que nos empuja a seguir explorando y probando.

Otro mecanismo psicológico que explica esta valentía transitoria es la atribución situacional. Básicamente, justificamos nuestros actos inusuales por el contexto (“estaba de viaje”) y no por un cambio en nuestra personalidad.

Esto protege nuestra autoimagen: si algo sale mal, lo atribuimos a las circunstancias; si sale bien, lo recordamos como una experiencia valiosa, pero no amenazante para nuestro yo habitual. Es decir, el viaje se convierte en un “laboratorio emocional” donde podemos experimentar sin tantas consecuencias psicológicas.

¿Y si esa valentía no fuera solo temporal?

Viajar nos invita a salir de la zona de confort, pero también nos demuestra de lo que somos capaces. Muchos descubren talentos, intereses o fortalezas que no sabían que tenían.

¿Qué pasaría si pudiéramos llevar algo de esa valentía a la vida cotidiana?

La psicología sugiere que estos momentos de expansión personal no son una ilusión, sino una expresión auténtica de partes de nosotros que no siempre tienen espacio para emerger.

Reconocerlas y validarlas puede ser el primer paso para integrar esa versión más valiente en nuestra vida diaria, incluso sin necesidad de pasaporte. Porque tal vez, lo que descubrimos en un salto al vacío, no sea solo adrenalina, sino una puerta a una versión más libre de nosotros mismos.

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