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Descubre cómo 10 minutos diarios pueden transformar tu mente y creatividad.
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La práctica de interrumpir la rutina mediante breves pausas puede ser clave para que el cerebro supere obstáculos complejos. Un simple paseo de diez minutos puede llevar a la aparición de soluciones inesperadas. Steve Jobs adoptó este método como un hábito esencial en su vida. La regla que defendía era salir a caminar cada vez que su razonamiento se encontraba bloqueado. Lejos de cualquier ideal romántico, la efectividad de esta técnica se basa en su simplicidad y en los resultados tangibles que produce. Según la biografía oficial de Jobs, disponible en el sitio web Applesfera, cuando se enfrentaba a discusiones, dilemas técnicos o problemas personales que parecían no tener solución, optaba por dejar lo que estaba haciendo y salir a caminar. A menudo, caminaba solo, aunque también invitaba a otros, como Jony Ive, su colaborador más cercano en Apple. Prefería mantener conversaciones durante largos paseos, a menudo descalzo. Esta práctica se extendió a sus reuniones, negociaciones y decisiones importantes. El eje de su enfoque siempre era el movimiento, un recurso para generar nuevas ideas y reducir la presión mental.

Al mismo tiempo, Jobs adaptó prácticas de lectura y filosofía oriental que influyeron en la cultura interna de Apple, promoviendo un entendimiento del liderazgo y la creatividad. La neurociencia respalda la vigencia de esta regla. Un artículo titulado “Neurogénesis y ejercicios físicos: una actualización”, publicado por la Sociedad Médica Ecuatoriana de Neurología, detalla los beneficios de esta práctica. La especialista Mithu Storoni, neurocientífica de la Universidad de Cambridge, indica que caminar regularmente, entre 8,000 y 10,000 pasos al día, se asocia con una menor tasa de deterioro mental, menos depresión y mejoras en la memoria. El estudio señala que la actividad física incrementa la formación de neuronas en el hipocampo y oxigena regiones cerebrales clave para la imaginación. Además, se observa una disminución en la incidencia de diabetes tipo 2 entre quienes adoptan pausas activas, destacando el impacto positivo sobre el descanso nocturno. De acuerdo con el estudio, una caminata diaria es un factor primordial para protegerse contra la demencia y el envejecimiento prematuro.

La evidencia sugiere que la estructura cerebral se adapta favorablemente ante estímulos repetidos mientras se camina. Un estudio reciente revela una explicación sencilla: el esfuerzo mental sostenido consume muchos recursos y agota la atención. Según el British Journal of Sports Medicine, breves pausas regulares pueden restaurar la capacidad de concentración y mejorar el estado de ánimo, permitiendo que surjan ideas tras un bloqueo. La actividad física obliga a supervisar el entorno, y esta vigilancia evita la obsesión por el pensamiento. La exposición a variaciones en el espacio contribuye a generar conexiones neuronales diversas, mejorando la flexibilidad cognitiva. En este enfoque, la mejor decisión cuando se enfrenta a una dificultad intelectual es abandonar el puesto de trabajo y recorrer un trayecto corto. Al regresar, la mente recupera frescura y puede reconsiderar el problema desde otro ángulo.

La experiencia directa de líderes actuales confirma la eficacia de este modelo. Testimonios recopilados de directores ejecutivos indican que implementan reglas similares a las de Jobs: si se encuentran estancados frente a la computadora, optan por la lógica detrás de la comprobación científica del funcionamiento cerebral. La fatiga muscular puede ser un factor limitante. Insistir y forzar el rendimiento en una posición estática suele provocar frustración. En cambio, alterar la rutina permite una nueva dinámica: dejar de insistir expone a otros estímulos. La idea central se resume en que la forma en que el cuerpo se mueve transforma la manera de pensar. Un entorno móvil permite elegir un rumbo y esquivar detalles cambiantes. Este enfoque promueve la aparición de conceptos originales e impulsa la resolución de desafíos persistentes. Esto contradice la noción de que la productividad se logra sin pausas. Estudios demuestran que el trabajo ininterrumpido disminuye la efectividad y causa desgaste emocional. La semana laboral produce mejores resultados cuando se incluyen intervalos. La insistencia excesiva en tareas cognitivas aporta dinamismo, aunque las actividades físicas pueden generar dolor adicional, pero requieren variedad y alternancia entre períodos de acción y reposo. Estos intervalos, aunque cortos y repetidos, mejoran el aprendizaje, potencian la memoria y aceleran la búsqueda de soluciones efectivas. No se plantea una fórmula universal, ya que no todos los trabajos permiten ser móviles. Sin embargo, para aquellos que desarrollan tareas mentales, es evidente que este enfoque puede transformar el impulso personal en una estrategia de liderazgo. La ciencia respalda esta intuición, demostrando que cambiar el rumbo de un proyecto puede facilitar y propiciar la aparición de ideas originales. Las actividades deliberadas permiten liberar el potencial y superar límites autoimpuestos.

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