El dengue, transmitido por el mosquito Aedes aegypti, representa un reto para la salud pública. Conoce los riesgos y estrategias de prevención ante su circulación.
El dengue es una enfermedad viral que se transmite a través del mosquito Aedes aegypti, y representa un desafío considerable para la salud pública. A pesar de los avances en la comprensión y el manejo de esta enfermedad, su complejidad se ve acentuada por la existencia de múltiples serotipos, la evolución de los síntomas y la situación de los pacientes que han sido infectados previamente. Esto exige una vigilancia constante y el desarrollo de estrategias de control cada vez más precisas. Con la llegada de la nueva temporada de circulación del vector, que se extiende durante los meses de verano, uno de los aspectos que preocupa a los especialistas es la posibilidad de que una persona se infecte con un serotipo diferente.
El médico infectólogo pediatra Gerardo Laube (MN 51819), quien es profesor titular de Microbiología e Infectología en la Facultad de Medicina de la Fundación Barceló, explicó que “existen cuatro virus que causan la infección inicial, y aunque esta otorga inmunidad de por vida contra ese serotipo específico, deja al individuo vulnerable a los otros tres”. Laube amplió su explicación al señalar que “cuando ocurre una segunda infección con un serotipo distinto, se entra en un periodo denominado intercrítico, que generalmente ocurre entre seis y cinco años después de la primera infección, y el riesgo de desarrollar una forma grave o hemorrágica de la enfermedad aumenta considerablemente”.
Según el experto, esta forma grave de la enfermedad se caracteriza por una drástica disminución de las plaquetas, un fenómeno conocido como extravasación de plasma, en el cual los fluidos corporales se filtran desde los vasos sanguíneos hacia los tejidos circundantes, lo que puede provocar shock y otras complicaciones severas. En este contexto, Francisco Nacinovich (MN 75.823), miembro de la Comisión de Vacunas de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), destacó que “el principal factor frente a estar en zonas endémicas es la alta circulación del virus”. Actualmente, se han detectado casos en diversas regiones del país, incluyendo La Pampa y la Patagonia, aunque la mayor concentración se encuentra en el noreste y noroeste de Argentina. Nacinovich subrayó la importancia de la exposición y la falta de cuidado medioambiental, que permite el desarrollo de mosquitos.
La detección de anticuerpos se presenta como una herramienta crucial no solo para diagnosticar a los individuos, sino también para obtener una visión más amplia del impacto del dengue en la población. Laube mencionó que “la serología podría, de alguna manera, dar una real dimensión de la situación”, enfatizando la importancia de estos estudios “para identificar a individuos que han sido asintomáticos o que han presentado febriles leves, que podrían haber pasado inadvertidos”. Para Laube, el valor de la serología radica en su capacidad para confirmar infecciones previas, las cuales pueden persistir en el organismo durante toda la vida. Sin embargo, aclaró que los análisis serológicos habituales no permiten identificar específicamente qué serotipo causó la infección. “Para ello, se requiere un análisis más complejo, conocido como serotipificación”, explicó.
A pesar de esto, cualquier persona que sospeche haber tenido dengue debe someterse a una serología, y si el resultado es positivo, considerar la vacunación, lo cual es una decisión particularmente relevante en áreas con alta prevalencia del virus. Se estima que más del 70% de los casos son asintomáticos o oligosintomáticos, lo que significa que muchas personas no buscan atención médica, y ahora se dispone de reactivos para la detección, aunque no hay una recomendación formal de las sociedades científicas ni de las autoridades sanitarias. Nacinovich coincidió en que “si es útil para todos, la vacuna contra el dengue tiene un potencial problema si se presenta de forma grave”.
En cuanto a las lecciones aprendidas a nivel nacional en la temporada pasada, Laube comentó que “creo que aprendimos a no descuidarnos”, destacando la importancia de la educación en salud y la necesidad de actuar proactivamente utilizando sustancias ovicidas y larvicidas durante el invierno y la primavera. Durante estas estaciones, la eliminación de recipientes que acumulan agua se vuelve crucial para evitar que las hembras depositen huevos, lo que a su vez previene la generación de mosquitos adultos y, como consecuencia, la proliferación en la siguiente temporada.
Nacinovich agregó que “tenemos que anticiparnos no solo en el ámbito medioambiental, sino también en la vacunación”. Desde el Programa Nacional de Inmunizaciones, se está discutiendo la implementación de la vacunación. Además, es clave contar con insumos tanto en el sector público como en el privado para realizar diagnósticos, ya que la situación fue muy compleja en la temporada anterior. Es importante aclarar que la vacuna Qdenga®, autorizada por ANMAT en 2023 y desarrollada por el Laboratorio Takeda, ha mostrado una reducción del 84% en hospitalizaciones y del 61% en casos sintomáticos tras la aplicación de dos dosis. Esta vacuna es tetravalente y se aplica en un intervalo de tres meses entre dosis. Está destinada a personas mayores de 6 años, sin límite de edad, y no debe ser administrada a mujeres embarazadas, durante el período de lactancia o a personas inmunocomprometidas.
Por último, se celebró la reciente publicación de un estudio en la revista The Lancet Infectious Diseases, que reportó resultados positivos de un estudio sobre una monodosis de una vacuna viva atenuada, realizada en colaboración con el laboratorio Merck y Butantan en Brasil, que mostró buenos resultados en personas menores de 60 años. Se enfatizó la importancia de promover una campaña intensa de concientización, incluso en la Capital Federal, sobre el peligro del dengue, con el objetivo de adelantarse y ser precavidos para evitar que se repita el desborde del sistema de salud que ocurrió en la temporada pasada.


