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Un niño salvaje que vivió con pumas en Chile: ‘Contó que una mamá puma lo amamantó’

Vicente Cau Cau: el niño salvaje que encontró su hogar entre pumas en el sur de Chile.
Vicente Cau Cau: el niño salvaje que encontró su hogar entre pumas en el sur de Chile.

Un niño salvaje fue capturado en Puerto Varas, Chile, tras vivir en los bosques. Su historia, llena de misterio, inspiró libros y una película.

Hace más de siete décadas, un fenómeno inusual captó la atención de los habitantes de Puerto Varas, en el sur de Chile. En 1948, se reportó la presencia de una extraña criatura que robaba alimentos de las despensas y se alimentaba de los animales de los gallineros. La sorpresa se apoderó de la comunidad cuando Carabineros logró capturar a este ser, que resultó ser un niño en estado salvaje, viviendo en las profundidades de los bosques. Este menor, de aproximadamente diez años, se desplazaba en cuatro patas y mostraba una mirada perdida.

Cristóbal García-Huidobro, académico de la Pontificia Universidad Católica y de la Universidad de Santiago, compartió detalles sobre este enigmático caso en una conversación con BioBioChile, el cual ha inspirado libros y una película. En 1948, los residentes cercanos al lago Llanquihue, en la actual Región de Los Lagos, estaban intrigados por la aparición de una figura que se ocultaba entre los árboles y se movía sigilosamente entre las parcelas. Los rumores indicaban que esta ‘bestia’ robaba huevos y gallinas, así como otros productos alimenticios, lo que generó preocupación y misterio entre los propietarios de las tierras.

Inicialmente, se pensó que se trataba de un puma, pero se descartó esta teoría al observar que los pumas no asaltan despensas. Con la ayuda de Carabineros, se inició una búsqueda que culminó con la captura del niño, quien fue nombrado Vicente Cau Cau. Según relatos posteriores, como el libro ‘Crónica del niño lobo’ de Cristián Vila, el cabo José Fuentealba fue el encargado de esta búsqueda. Tras horas de exploración en los bosques de Puerto Varas, encontró al supuesto ‘monstruo’, que resultó ser un niño de entre nueve y once años, cubierto de vellos y que emitía gruñidos similares a los de un felino.

La captura del niño no fue sencilla; incluso, el cabo Fuentealba recibió una mordida del menor. Vicente fue trasladado al retén de Río Pescado, donde permaneció dos días antes de ser llevado a la cárcel pública de Puerto Varas, de la cual logró escapar en pocas horas debido a un descuido de los guardias. Fue encontrado nuevamente por el cabo Fuentealba, quien lo halló comiendo un salmón vivo en las orillas de un río.

El caso rápidamente se volvió de interés público, y la prensa de la época se fascinó con la historia del niño, apodado ‘Pequeño Tarzán’ o ‘Niño lobo’. García-Huidobro destacó que la supervivencia de un niño en los fríos bosques del sur de Chile es una de las anécdotas más sorprendentes de la época. A medida que las especulaciones crecían en Puerto Varas, Vicente, que solo balbuceaba la palabra ‘Caucau’, no fue reclamado por su familia ni por nadie cercano. Después de siete días en la cárcel, fue trasladado a un establecimiento benéfico en Santiago, donde se le realizaron exámenes médicos y psicológicos con el objetivo de reintegrarlo a la sociedad.

Las monjas del hospicio en Recoleta estaban decididas a ayudar al niño. Sin embargo, en sus primeros días en el centro, Vicente enfermó gravemente tras consumir un plato de porotos. Las religiosas decidieron depilarlo completamente para eliminar su apariencia salvaje y lo rebautizaron como Vicente Enrique de la Purísima. El psiquiatra Armando Roa y su asistente Gustavo Vila jugaron un papel crucial en la adaptación del niño, descubriendo que su edad mental era comparable a la de un niño de siete años o menos, y que había sufrido una alteración en su cabeza durante el parto debido a un uso inadecuado de fórceps.

El aprendizaje del lenguaje y la adaptación a una forma de comer convencional fueron los siguientes pasos en su proceso de reintegración. A pesar de los esfuerzos de las monjas, Vicente solo logró aprender unas pocas palabras y continuó comunicándose a través de aullidos, especialmente durante las noches de luna llena, lo que sorprendía a los adultos del establecimiento. Durante su estancia de dos años en la institución, Vicente pasó de caminar en cuatro patas a erguirse, aunque con una postura encorvada, y comenzó a realizar tareas domésticas.

En 1950, Vicente fue acogido por Berta Riquelme, una profesora de lenguaje que vivía en Villa Alemana y no tenía familia. Esta relación se convirtió en una especie de adopción, y en poco tiempo, el cariño de Berta permitió que Vicente avanzara significativamente en su vocabulario y habilidades. A través de la lectura, Vicente pudo verbalizar sus orígenes, revelando que había tenido un padre y una madre alcohólicos que vivían en una choza en el bosque, desde donde logró escapar. Además, mencionó que una madre puma lo había amamantado.

La historia de Vicente fue confirmada en 1953 por el periódico El Llanquihue, que logró entrevistar a su padre, Antolín Cau Cau Nempo. Antolín reveló que Vicente había nacido enfermo y que desde pequeño mostraba tendencia a escaparse de casa. A pesar de las declaraciones de su padre, Vicente y Berta continuaron su estrecha relación, y el niño lobo encontró un hogar donde parecía encaminarse hacia una vida tranquila.

Sin embargo, la vida de Vicente dio un giro trágico cuando Berta falleció a los 21 años debido a una enfermedad respiratoria. Este evento fue un duro golpe para Vicente, quien se le veía regando la tumba de su cuidadora, creyendo que el agua podría traerla de vuelta. Tras la muerte de Berta, Vicente se mudó con Gustavo Vila, su antiguo psiquiatra, y su familia en Ñuñoa. Allí, Vicente se ganó el cariño de todos, especialmente de sus hermanos adoptivos, y se mantuvo activo realizando tareas domésticas.

En 1964, tras una discusión con la familia Vila, Vicente decidió regresar al sur, aunque no permaneció más de cuatro días antes de volver a su hogar. Con el tiempo, se mudó a Horcón, donde era conocido y querido por los lugareños. Vicente vivió con uno de sus hermanos biológicos durante un breve periodo, pero se integró a la comunidad de Horcón, donde se hizo amigo de pescadores locales.

Vicente Cau Cau falleció el 30 de octubre de 2010, a la edad de 74 años. A pesar de su aspecto avejentado, se le recordaba como un anciano con la mentalidad de un niño de diez años, que disfrutaba de jugar con los niños hasta sus últimos días. Su capacidad de adaptación y su historia de vida continúan siendo un tema de interés y reflexión en la sociedad chilena.

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