El tiburón ballena, un gigante de los océanos, ha sido objeto de un estudio que revela la grave amenaza que enfrenta debido a la interacción con humanos. Este estudio, publicado en Frontiers in Marine Science, indica que casi el 80% de los tiburones ballena en Indonesia presentan cicatrices causadas por actividades humanas. Durante un periodo de trece años, un equipo de científicos recopiló información sobre la población de tiburones ballena en el Bird’s Head Seascape, una área marina situada en el extremo noroeste de la isla Nueva Guinea, dentro de la provincia de Papúa Occidental, Indonesia. Esta región es conocida por albergar las mayores poblaciones de tiburones ballena del planeta, que se congregan en aguas donde abundan las plataformas de pesca llamadas “bagans”.
Las estructuras de madera flotantes, instaladas por los pescadores locales, utilizan grandes redes que se colocan bajo estas plataformas. Durante la noche, potentes luces atraen bancos de peces como anchoas y sardinas. Cuando los pescadores levantan las redes, los tiburones ballena, atraídos por la actividad y los restos de carnada, se acercan y quedan expuestos a golpes y cortes causados por las redes, sogas o las propias estructuras de los bagans. Este fenómeno ha llevado a que los tiburones ballena presenten evidencias de una convivencia forzada con la pesca y el turismo.
La investigación fue liderada por Edy Setyawan, del Instituto Elasmobranch de Indonesia, junto a colegas de Australia y Nueva Zelanda. Setyawan explicó que “las lesiones más comunes aparecen por contacto con los bagans y barcos turísticos, y pocas veces son causadas por depredadores naturales”. De las heridas analizadas, el 80% surgieron de la interacción con embarcaciones humanas y no de otros animales. Según los autores del estudio, “las zonas donde hay turismo concentran a los jóvenes, y allí ven la mayoría de las lesiones”. En la población observada, predominan los machos, mientras que las hembras adultas son escasas, lo que sugiere que estas últimas suelen permanecer más cerca de la costa, posiblemente en mar abierto, donde hay menos actividad humana.
El análisis indica que el 76.9% de los tiburones estudiados presenta cicatrices, y el 4% de estas marcas son causadas por hélices de embarcaciones. Las lesiones incluyen rozaduras y amputaciones causadas por los bagans. Erdmann destacó que “estas criaturas locales son un tesoro vivo que requieren protección directa, ya que las leyes son solo papel”. Las imágenes que muestran a tiburones nadando cerca de personas indican que el mayor riesgo recae sobre los propios tiburones. En cuanto a la peligrosidad del tiburón ballena, se ha afirmado que representa un peligro para la especie, ya que se alimenta de plancton y pequeños peces; su enorme boca filtra agua y nunca ha mostrado agresividad hacia los humanos. No existen registros confiables de ataques intencionales, y por ello, los guías apodan a esta especie “el gentil”.
Setyawan resumió la situación diciendo: “El verdadero peligro corre por la presencia de humanos, al revés de lo que se podría pensar”. Los encuentros son poco frecuentes, y los choques suceden si el animal busca alimento cerca de botes en marcha. Muchos tiburones ballena regresan al mismo lugar año tras año, lo que prueba su resistencia y su capacidad de liberarse del peligro. La ausencia de regulaciones agrava el problema, y se remarcó que “con pequeñas modificaciones en las normas podríamos reducir mucho el impacto”. Aunque la ley prohíbe capturar o lastimar a los tiburones, los datos muestran que la realidad aún no es suficiente para proteger a la especie.
El objetivo del estudio fue precisar cuántos tiburones ballena hay en la región, comprobar sus movimientos y evaluar su salud. A medida que el turismo aumenta, también lo hacen las cicatrices en los tiburones. Para el estudio, se utilizó la foto-identificación, ya que cada tiburón ballena tiene un patrón único de manchas y rayas, similar a una huella digital. Durante la última década, científicos y guardaparques han registrado fotos con la fecha y ubicación precisa, lo que ha permitido reconocer los mismos ejemplares y seguirlos a lo largo de los años. Cada registro aporta información sobre el tamaño del animal, su sexo, y su comportamiento, así como su cercanía a la pesca. Se creó una base de datos completa de la región, donde el 97% de los avistamientos ocurrió en los bagans, donde buscan carnada y se lesionan.
Gracias al aporte de la comunidad y los turistas, el proyecto ha acumulado mil registros. Algunos tiburones han sido identificados en diferentes años a lo largo de la costa. Los resultados del estudio identificaron una población estable compuesta especialmente por jóvenes. Las lesiones habituales incluyen raspaduras y muescas en las aletas; en casos graves, se han observado amputaciones. Estos resultados implican que habitar áreas protegidas garantiza la seguridad total de los tiburones. Los investigadores consideraron que es necesario un control efectivo de las plataformas de pesca, así como adaptar y regular las actividades para prevenir daños. Se propone eliminar bordes cortantes y limitar el acceso, además de reforzar la vigilancia en áreas críticas. Como observaciones, algunos lugares pueden requerir invitaciones para fortalecer la observación comunitaria.
El tiburón ballena está clasificado en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En los últimos 75 años, su población ha disminuido un 50% en todo el mundo, y un 63% en la región del Indo-Pacífico. Estos tiburones tardan 30 años en alcanzar la madurez sexual y solo pueden recuperarse lentamente de las amenazas que enfrentan. El futuro de esta especie depende de reglas claras y del compromiso de todos.


