La reciente derrota electoral de la izquierda en Chile ha generado un intenso proceso de reflexión y autocrítica dentro de sus filas. Este análisis ha comenzado a tomar forma en Madrid, donde se ha señalado que el fracaso de la izquierda chilena es el resultado de un enfoque superficial y estético en su política, que no logró conectar con las mayorías. La crítica ha sido especialmente dura hacia figuras como Gabriel Boric, a quien se le atribuye una falta de coraje y un centrismo que, según algunos, condujo a la izquierda a una derrota aplastante en las urnas.
La exministra del Trabajo, Jeannette Jara, fue una de las candidatas que enfrentó esta dura realidad, y los primeros en señalar a Boric como responsable de la derrota fueron aquellos que mantuvieron silencio durante la campaña. La crítica ha sido articulada principalmente desde España, con Pablo Iglesias a la cabeza, quien ha señalado que la tibieza de Boric dejó a la izquierda en manos de un adversario considerado extremista.
Este fenómeno no es nuevo; la izquierda chilena ha experimentado altibajos significativos desde su regreso al poder en 2014, cuando logró seducir al electorado con propuestas audaces. Sin embargo, la falta de una conexión genuina con las bases y un diagnóstico erróneo de la realidad social han llevado a la actual crisis. La influencia de académicos españoles, que abandonaron la ciencia política para incursionar en la política, ha sido crucial en la formación de una nueva izquierda que, aunque mediática y carismática, ha demostrado ser incapaz de sostener mayorías duraderas.
El contexto de la crisis económica de 2008 en España y el surgimiento de movimientos como “Podemos” han influido en la percepción de la política en Chile. Las ideas de esta nueva izquierda, que se presentaron como soluciones a los problemas de desigualdad y corrupción, encontraron un terreno fértil en el descontento social chileno, especialmente tras las protestas de 2011 y el estallido social de 2019. Sin embargo, la falta de un liderazgo claro y la fragmentación del movimiento han debilitado su capacidad de gobernar.
La crítica a la izquierda también se extiende a su incapacidad para adaptarse a las nuevas realidades políticas y sociales. La experiencia de Boric, al igual que la de otros líderes de la izquierda, ha demostrado que el éxito electoral no se traduce automáticamente en una gobernanza efectiva. La falta de un plan claro y la desconexión con las demandas de la ciudadanía han llevado a la actual crisis de legitimidad.
En este contexto, la ministra de Defensa, Adriana Delpiano, ha instado a avanzar hacia un trabajo decente y a fortalecer la negociación laboral, mientras que el biministro de Economía y Energía, Álvaro García, ha enfatizado que el triunfo no es solo del gobierno, sino de todo el país. La situación actual plantea desafíos significativos para la izquierda chilena, que deberá replantear su estrategia y su conexión con la ciudadanía si desea recuperar la confianza y el apoyo popular.
Por otro lado, el ex hombre clave de la derecha chilena ha anunciado su retiro de la política tras el cierre del juicio por el caso SQM, sugiriendo la necesidad de construir una nueva coalición desde cero, advirtiendo que de no hacerlo, el próximo gobierno podría ser efímero. En este sentido, la política chilena se encuentra en un momento de redefinición, donde tanto la izquierda como la derecha deberán adaptarse a un electorado cada vez más exigente y crítico.

