A medida que se acercan las festividades de fin de año, miles de personas mayores en Chile enfrentan un profundo aislamiento y desconexión social, una realidad que contrasta con el ambiente festivo que caracteriza estas fechas. Las celebraciones, que suelen estar llenas de simbolismo de unión y comunidad, como las largas conversaciones y los abrazos familiares, se convierten en un recordatorio doloroso de la soledad que muchos ancianos experimentan a lo largo del año.
Alejandra Araya, investigadora del Instituto de Investigación del Cuidado de la Universidad Andrés Bello, señala que “la soledad se intensifica en esta época producto de que estas fiestas nos recuerdan algo que de repente se nos olvida a nosotros que tiene que ver con la conexión entre las personas, con el vínculo”. Este fenómeno se vuelve cada vez más urgente en un país que enfrenta un cambio demográfico significativo, donde se estima que para 2050 más del 30% de la población chilena tendrá más de 60 años.
A pesar del aumento en la longevidad, no ha habido un desarrollo paralelo en los espacios de socialización y apoyo para los mayores. La pérdida de amistades, la reducción del tamaño de las familias y un estilo de vida más individualista han debilitado las redes de apoyo, dejando a muchos ancianos con escasos vínculos significativos. Además, la falta de lugares donde puedan establecer nuevas relaciones contribuye a este aislamiento. Mientras que los jóvenes tienen colegios y trabajos como espacios naturales de socialización, los mayores ven estas oportunidades drásticamente reducidas, lo que acentúa su soledad, especialmente en fechas como Navidad y Año Nuevo.
Desde la perspectiva de la salud, la soledad ha dejado de ser solo una experiencia emocional para convertirse en un factor de riesgo social significativo. Araya explica que “la soledad, o hay personas que llaman soledad no deseada, es un sentimiento que una persona tiene que en el fondo lo que hace es discrepar del ideal que ella tenía”. Esta distinción es crucial, ya que una persona puede estar rodeada de otros y aún así sentirse sola, o tener pocas redes y no experimentar ese sentimiento. Sin embargo, cuando la soledad se convierte en una experiencia persistente, sus consecuencias pueden ser severas.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido que la soledad puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, deterioro cognitivo, depresión, diabetes y muerte prematura. “La soledad mata”, enfatiza Araya, quien destaca que organizaciones como la ONU y la OMS están comenzando a abordar este problema, ya que no solo afecta la salud, sino que también tiene un impacto social significativo.
Durante las festividades, la problemática de la soledad se hace más evidente. Las llamadas que no se reciben, las invitaciones que no llegan y las mesas vacías intensifican el dolor del abandono, especialmente para aquellos que han visto disminuir sus redes sociales debido al paso del tiempo y la pérdida de seres queridos. En este contexto, Araya subraya la importancia de recuperar el tejido social a través de políticas públicas que fomenten espacios inclusivos y conectados, así como gestos cotidianos que pueden marcar una diferencia significativa. Llamar por teléfono, visitar a un vecino o compartir una comida son acciones que pueden ayudar a mitigar la soledad.
En un momento en que celebrar parece ser una obligación, la responsabilidad de evitar que alguien enfrente estas festividades en soledad recae en la comunidad en su conjunto. En este sentido, la situación de los mayores en Chile durante las festividades de fin de año resalta la necesidad de un enfoque más inclusivo y solidario hacia aquellos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.

