
Durante décadas, los vuelos comerciales han sido considerados como uno de los métodos más seguros para viajar. Sin embargo, una reciente investigación publicada por el Wall Street Journal (WSJ), que se basa en más de un millón de informes de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) y la NASA, así como miles de documentos internos y más de 100 entrevistas con expertos, ha puesto de manifiesto un problema que ha recibido escasa atención pública, a pesar de que tripulaciones y sindicatos lo han denunciado durante años: la infiltración de gases tóxicos en las cabinas de los aviones comerciales.
Desde el año 2010, la FAA ha documentado miles de reportes sobre “incidentes con emanaciones” en aeronaves comerciales. El análisis realizado por el WSJ indica que la frecuencia real de estos eventos asciende a aproximadamente 108 casos por cada millón de vuelos en 2024, cifra que triplica los 33 incidentes por millón que la FAA había estimado en 2015.
Los “eventos de humo” en aviones han ido en aumento en los últimos años, lo que en ocasiones ha llevado a aterrizajes de emergencia, enfermo a pasajeros o afectando la visión y los tiempos de reacción de los pilotos. Los médicos comparan los efectos en el cerebro con las conmociones cerebrales que sufren los jugadores de la NFL.
Por su parte, CBS News llevó a cabo un análisis independiente de los reportes de la FAA y determinó que se producen más de tres incidentes diarios de este tipo solo en territorio estadounidense. Los datos revelan que Airbus concentra alrededor del 61% de los incidentes con humo reportados el año pasado, registrando casi el triple de casos que las aeronaves de Boeing.
Sistema de aire de purga: el origen del problema en aeronaves
Según los informes, el origen de estos eventos no es un misterio para los especialistas en diseño aeronáutico. La mayoría de los aviones comerciales modernos opera mediante un sistema conocido como “aire de purga” (bleed air), que extrae aire del exterior a través de los motores a reacción, lo comprime y calienta antes de distribuirlo por la cabina para proporcionar presurización y climatización.
El inconveniente es que este aire puede contaminarse cuando los sellos del motor fallan, algo que ocurre con mayor frecuencia a medida que los aviones envejecen, permitiendo la filtración de aceite y otros fluidos que se vaporizan a altas temperaturas. El resultado es una mezcla de neurotoxinas, monóxido de carbono y compuestos químicos que son inhalados tanto por pasajeros como por la tripulación.
Un caso emblemático ocurrió en febrero, cuando la cabina del vuelo 876 de Delta se llenó de humo durante el trayecto, lo que obligó a un aterrizaje de emergencia. Los inspectores descubrieron que uno de los depósitos de aceite de los motores del avión se había vaporizado en la cabina.
El análisis del WSJ mostró que, dentro de las tres principales aerolíneas de Estados Unidos, los Airbus A320 acumulan incidentes de humo con una frecuencia muy superior a la de los Boeing 737: siete veces mayor. En contraste, el 787 Dreamliner, que no utiliza el sistema de aire de purga, no aparece en estas estadísticas.
JetBlue y Spirit Airlines, que operan principalmente con aviones A320, registraron un aumento combinado del 660% en la frecuencia de incidentes relacionados con humo entre 2016 y 2024, según encontró el WSJ.
Efectos en la salud: síntomas neurológicos
Aunque la exposición breve a estos humos no suele alcanzar niveles tóxicos, la exposición prolongada puede provocar problemas graves. El Dr. Robert Harrison, especialista en medicina ocupacional de la Universidad de California en San Francisco, quien ha tratado a más de 100 miembros de tripulaciones de vuelo por exposición tóxica, explicó a CBS News: “Los problemas más comunes que observo son problemas generales del sistema nervioso”.
“Una persona inhala [los gases] en sus pulmones, estos circulan por el organismo y luego llegan al cerebro, donde pueden afectar a otras partes del sistema nervioso”, detalló.
El neurólogo Robert Kaniecki, que ha tratado a docenas de pilotos y más de 100 auxiliares de vuelo en los últimos 20 años por lesiones cerebrales relacionadas con la exposición al humo, comparó los efectos sobre el cerebro con una “conmoción química”. El médico, que también ejerce como consultor de los Pittsburgh Steelers, encontró que estos efectos eran “extraordinariamente similares” a los que experimentan los linebackers de la NFL después de recibir un golpe fuerte.
Frente a estas alarmantes revelaciones, los principales actores del sector aéreo han respondido con declaraciones que buscan minimizar la preocupación. Airbus declaró a CBS News que sus aviones “están diseñados y fabricados de acuerdo con todos los requisitos de aeronavegabilidad pertinentes y aplicables” y que se comprometen “a mejorar continuamente nuestros productos, trabajando en estrecha colaboración con los operadores y los reguladores para garantizar el mejor entorno posible en la cabina”.
Por su parte, la FAA sostiene que tiene “normas estrictas sobre el aire de la cabina, y los estudios han demostrado que el aire de la cabina es tan bueno o mejor que el aire que se encuentra en las oficinas y los hogares”.
Sin embargo, según el WSJ, los fabricantes de aviones y las aerolíneas no solo han minimizado los riesgos para la salud, sino que han presionado contra la adopción de ciertas medidas de seguridad y han realizado cambios perjudiciales para reducir costes.
Soluciones existentes vs. resistencia de la industria aérea
La tecnología para solucionar este problema ya existe. El Boeing 787 Dreamliner cuenta con un sistema alternativo que no utiliza aire de purga, reduciendo así el riesgo de filtración de humos.
Sin embargo, según correos electrónicos obtenidos por el WSJ, cuando los directivos de Boeing estaban decidiendo cómo publicitar este nuevo sistema, un ejecutivo expresó preocupación de que hablar sobre sus ventajas podría llamar la atención sobre la mala calidad del aire en los otros modelos de aviones ya existentes de la compañía.
La pregunta que queda es: si se conoce el problema, si existen soluciones técnicas y si las cifras de incidentes siguen en aumento, ¿por qué no se actúa con mayor contundencia? Como declaró Sara Nelson, presidenta del sindicato de auxiliares de vuelo AFA-CWA, a CBS News: “Todos los aviones deberían contar con un sistema de filtración que impida que estas toxinas entren en la cabina”.
Mientras tanto, como reportó el WSJ, un proyecto de ley bipartidista recientemente reintroducido en el Congreso pide la instalación de filtros especializados y la eliminación gradual del aire de purga, aunque un intento anterior fue finalmente rechazado tras enfrentarse a la oposición de la industria el año pasado.
La próxima vez que aborde un avión y perciba un olor inusual, los expertos recomiendan prestar atención. Lo que puede parecer una simple molestia –reportes describen aromas desde esmalte de uñas hasta calcetines húmedos– podría, según las investigaciones recientes, indicar contaminantes en el aire de la cabina, un fenómeno que merece mayor vigilancia.