Un análisis de las obras más influyentes de Friedrich Nietzsche y su impacto en la filosofía contemporánea.
Friedrich Nietzsche es reconocido como un filósofo que exploró profundamente la existencia humana y su relación con la vida. Desde su infancia, Nietzsche se vio influenciado por su entorno, lo que lo llevó a desarrollar una visión única sobre la vida y la moralidad. Su obra se caracteriza por un enfoque crítico hacia las ideologías tradicionales y una búsqueda constante de la verdad, que él consideraba inmanente y no trascendental.
Nietzsche se inspiró en diversas corrientes filosóficas y figuras históricas. De Jesús, tomó su intensa crítica a la moralidad exterior y al autodesprecio. Al igual que Zoroastro, se dedicó a analizar las acciones, palabras y pensamientos humanos. Aprendió sobre la resiliencia de los estoicos, la disolución a través de la música de Wagner, y la emancipación que ofrece la contemplación estética de Schopenhauer. De Heráclito, adoptó la idea de que “todo es devenir”, una noción que también resonaba con las enseñanzas de Buda, quien instaba a no imitar al yo ni a venerar un espejo, sino a errar y ser errante en caminos que se desvanecen.
A pesar de estas influencias, Nietzsche se opuso al nihilismo que caracterizaba a las grandes soteriologías del pasado, así como a las ideologías de masas que promovían el pesimismo y la decadencia. Para él, este tipo de nihilismo era “negativo”, ya que implicaba desvalorizar la vida. Criticó el cristianismo por proponer un nuevo ser que se distanciaba del ser que peca, y el budismo por diagnosticar un ser que sufre debido a su irrealidad. En contraste, Nietzsche propuso la posibilidad de un “nihilismo positivo” o creativo, un ser que no desprecia la vida ni la mira con desdén, culpa o compasión. Esta perspectiva es notable, considerando que Nietzsche enfrentó problemas de salud a lo largo de su vida y perdió la cordura en sus últimos años.
Nietzsche se presenta como un anti-Zoroastro, trascendiendo la dicotomía del bien y el mal, o como un Zaratustra auténtico que busca el origen de lo bueno. Su filosofía advierte sobre la “inversión de todos los valores” que ha tenido lugar a lo largo de la historia. Observó que los hombres mayores, temerosos de la muerte, instaron a los jóvenes a rechazar su voluntad de vivir y a considerar lo que podría ser, lo que podría sentir y lo que constituye la vida. Este cambio de perspectiva llevó a la creación de una vida alejada de la realidad, una imagen o un referente que se consideraba la verdad, protegida de la vida que realmente ocurre. Así, se establecieron ideas absolutas sobre la vida, como Dios, el bien y la razón, que, según Nietzsche, han muerto, mientras que la vida continúa su curso. Para él, “la verdad es interpretarla”.
En su concepción, la verdad no es un conjunto de reglas que guían la vida, ni proviene de un lugar al que podamos trascender desde la ignorancia. La verdad es “inmanente” y no se alinea con lo que debería ser o con lo que deseamos que sea. En cambio, se relaciona con los materiales, colores y motivos que nos permiten “inventar valores”, los cuales no pueden ser capturados ni fosilizados. Es posible, sin embargo, evaluarlos en el contexto de su “genealogía” o nacimiento.
Nietzsche ilustra su visión del intelecto humano en la naturaleza con una fábula que describe un momento en el que una estrella, en un rincón remoto del universo, fue testigo de la invención del conocimiento por parte de animales inteligentes. Este evento, aunque significativo, fue efímero, y tras la muerte de estos seres, la naturaleza continuó su curso sin que nada realmente hubiera sucedido. Esta reflexión resalta la fragilidad y la arbitrariedad del intelecto humano en el vasto contexto de la existencia.
La filosofía de Nietzsche se expresa en términos estéticos, ya que la conclusión trágica de su pensamiento se transmite de generación en generación no como un problema, sino como una “lucidez que nos fortalece ante la vida”. Esta lucidez nos permite escuchar el latido del momento presente, sin buscar consuelo en lo “extramundano”. Si alguna vez Dios fue real, lo fue como la idea de ser como Dios. Sin esta idea, los seres humanos pueden aspirar a ser lo que Dios no pudo, y quizás “bailar en el interior de nosotros mismos”, el único lugar al que realmente podemos regresar sin arrepentimiento.
En el ámbito literario, Nietzsche dejó un legado significativo a través de sus obras. Entre sus libros más destacados se encuentran:
“El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música” (1879), donde Nietzsche fusiona su pasión por la música con su búsqueda de la verdad, explorando la naturaleza dionisíaca de la existencia y la necesidad de redención a través de la apariencia.
“El ocaso de los ídolos o Cómo se filosofa a martillazos” (1889), que representa una crítica contundente a las ideas que han dominado la cultura occidental, sugiriendo que el destino humano está condenado a la decadencia.
“Más allá del bien y del mal o Preludio de una filosofía del futuro” (1886), una obra que examina la moralidad de sus contemporáneos y busca desmantelar el judeocristianismo como fundamento de la cultura occidental.
“Ecce homo o Cómo se llega a ser lo que se es” (1889), una autobiografía en la que Nietzsche reflexiona sobre su obra y su vida, revelando aspectos personales y su relación con su familia.
“Así habló Zaratustra o Un libro para todos y para nadie” (1885), que combina filosofía y poesía, presentando conceptos fundamentales como el “superhombre” y el “eterno retorno” en un formato literario único.


