Mauro Morandi, un italiano que dedicó 30 años de su vida a cuidar la isla de Budelli, ubicada al norte de Cerdeña, se convirtió en un símbolo de conexión con la naturaleza y el deseo de vivir en armonía con el entorno. Su historia comenzó cuando, en 1989, este profesor de educación física oriundo de Módena decidió dejar atrás su vida convencional y embarcarse en una aventura que lo llevaría a perseguir un sueño peculiar: vivir en una isla. Junto a dos amigos, compró un catamarán y partió desde Calabria con la intención de establecerse en la Polinesia, aunque finalmente no lograron alcanzar su destino soñado.
A pesar de no cumplir su anhelo de asentarse en el archipiélago del océano Pacífico, Morandi encontró en la isla de Budelli un propósito que le otorgó un sentido profundo a su vida. Desde el momento en que llegó, se dio cuenta de que las aguas cristalinas, los senderos naturales y la famosa playa de arena rosa de Budelli merecían un cuidado especial. Este entorno, que lo cautivó desde el primer instante, lo llevó a convertirse en el guardián de la isla. Morandi, quien fue criado por su padre, Mario, un destacado gimnasta, y su madre, Enia, trabajadora en una tabacalera, decidió abandonar las comodidades de su vida en Módena para dedicarse a la preservación de este paraíso terrenal.
En una entrevista con el diario La Stampa en 2016, Morandi reveló que su decisión de vivir en Budelli fue influenciada por la lectura de “Juan Salvador Gaviota”, una obra de Richard Bach que resonó profundamente en su vida. El mensaje místico del libro le ayudó a cuestionar el orden establecido y las relaciones superficiales de una sociedad que no lo representaba. “Estaba bastante cansado de muchas de las cosas de nuestra sociedad: el consumismo y la situación política en Italia”, comentó a BBC Mundo.
Durante su estancia en la isla, Mauro Morandi llevó una vida sencilla, creando esculturas con ramas, cocinando en una estufa de propano y realizando viajes a La Maddalena para abastecerse de libros y provisiones. A pesar de la aparente soledad, contaba con el apoyo de turistas que le llevaban alimentos y agua. Además, tenía acceso a un teléfono celular y una tablet, lo que le permitía mantenerse conectado con el mundo exterior. En palabras de Morandi, su vida en Budelli era “una vida sencilla, compuesta de grandes y pequeños placeres”, destacando que lo más importante era su “relación serena con el tiempo”.
La isla de Budelli, conocida por su playa de arena rosa, que se tiñe por la acción de conchas y corales, se convirtió en un lugar de profunda conexión para Morandi. Su labor consistía en limpiar los senderos y educar a los visitantes sobre la importancia de cuidar este entorno natural. Su llegada a Budelli fue casi fortuita, ya que fue contratado por la empresa Nuova Gallura cuando el encargado anterior se marchó. En una entrevista, Morandi recordó: “Vi ese mar cristalino, la Playa Rosa, corales como los que imaginaba en el Pacífico, y solicité el puesto”.
Sin embargo, hace aproximadamente diez años, la situación cambió drásticamente cuando los propietarios de la isla decidieron venderla. Budelli, que había pertenecido a varios magnates, fue finalmente incorporada al Parque Nacional del Archipiélago de La Maddalena por el gobierno italiano. Esto obligó a Morandi a abandonar su hogar, ya que su situación laboral era irregular y, debido a su edad, no podía continuar viviendo solo. Tras décadas de vida tranquila, fue trasladado a un departamento de un dormitorio en La Maddalena.
En una conversación con CNN, Morandi expresó su optimismo sobre su nueva vida, afirmando: “Soy la prueba viviente de que es posible una segunda vida nueva. Siempre puedes empezar de nuevo, incluso si tienes más de 80 años, porque hay otras cosas que puedes experimentar, un mundo totalmente diferente”. A lo largo de su vida, Morandi desarrolló un profundo amor por la lectura, que le brindó compañía y reflexión. En sus propias palabras, “creo que mucha gente le tiene miedo a la lectura porque, si la practican, empiezan a meditar y a reflexionar sobre diversas cosas, y eso puede ser peligroso”.
En sus últimos años, Mauro Morandi ingresó a un hogar de ancianos en Sassari tras sufrir una caída. Finalmente, falleció a los 85 años, lejos de la playa rosa que tanto amaba. En una entrevista de 2016 con el fotógrafo Claudio Muzzetto, Morandi compartió que, tras leer un artículo científico, se dio cuenta de que la flora y fauna de Budelli eran similares a las de las islas polinesias que tanto anhelaba visitar. “Era casi como si Budelli me quisiera, se hubiera asegurado de que llegara aquí, a la única playa de todo el Mediterráneo, cuya composición es casi idéntica a la de las islas que quería visitar”.


