Las infecciones por hongos en los pies son una de las razones más comunes para acudir a un dermatólogo, afectando a personas de todas las edades. Aunque a menudo se asocian con el verano, debido al calor y al aumento de actividades en espacios públicos, los riesgos de contraer estos microorganismos están presentes durante todo el año, según advierten los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. Los ambientes húmedos y concurridos, el uso prolongado de calzado cerrado y las prácticas de higiene compartidas favorecen la aparición y propagación de estas afecciones, de acuerdo con el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS). Por ello, es importante mantener la prevención más allá de la temporada estival.
La doctora Montserrat Salleras i Redonnet, jefa de Dermatología del Hospital Universitario Sagrat Cor de Barcelona, explicó a EFE que varios factores incrementan la probabilidad de desarrollar hongos. Además de la sudoración, mencionó que los materiales poco transpirables, el hábito de caminar descalzo en zonas húmedas y la tendencia a no secar adecuadamente los pies tras la ducha son factores de riesgo. El contacto con superficies en vestuarios, piscinas y gimnasios resulta ser un entorno ideal para la proliferación de hongos. El hecho de compartir toallas, zapatillas o utensilios como limas de uñas permite la transmisión indirecta de microorganismos, lo que explica por qué estas infecciones pueden presentarse en cualquier estación del año.
Los síntomas típicos de las infecciones por hongos incluyen un picor intenso y persistente, enrojecimiento, descamación de la piel, grietas, fisuras y mal olor, especialmente entre los dedos, según la Mayo Clinic. También puede aparecer una sensación de quemazón y, en casos avanzados, la piel puede mostrar ampollas y erosionarse. Cuando la infección afecta a las uñas, conocida como onicomicosis, se pueden observar cambios de color, engrosamiento, fragilidad y deformación. Estos signos suelen alertar a las personas afectadas, aunque en las fases iniciales pueden pasar desapercibidos. Dejar que la infección avance puede facilitar su propagación a otras partes del cuerpo y aumentar la posibilidad de contagiar a otras personas.
El tratamiento adecuado es fundamental y, según el Grupo Quirónsalud, la mayoría de las infecciones fúngicas localizadas responden bien a tratamientos tópicos, como cremas, geles y polvos antifúngicos. En el caso de infecciones extensas o cuando las uñas están afectadas, puede ser necesario un tratamiento con medicación oral, lo que coincide con las recomendaciones de la Cleveland Clinic. Además, se advierte sobre la automedicación: “Es aconsejable siempre consultar a un especialista para evitar automedicarse, porque esto puede conllevar a la cronificación de la infección y a que se extienda a otras partes del cuerpo”. Un dermatólogo puede identificar correctamente el tipo de hongo y elegir la estrategia terapéutica más eficaz, garantizando el cumplimiento del tiempo recomendado, lo cual es fundamental para evitar recaídas.
Para reducir el riesgo de infecciones, los especialistas insisten en la necesidad de adoptar buenos hábitos. Según la American Academy of Dermatology (AAD), las claves son mantener los pies limpios, secos y transpirables, así como ventilar el calzado después de cada uso. No se recomienda cubrir las áreas afectadas con esmalte. Si aparecen síntomas sospechosos, se recomienda acudir a un profesional de la salud para confirmar el diagnóstico y comenzar el tratamiento lo antes posible. La prevención y la atención médica especializada diaria permiten proteger y minimizar el impacto de estas infecciones.


