
El contacto con la naturaleza, incluso en espacios reducidos, puede tener un impacto positivo en la salud mental y la calidad de vida de las personas. La paisajista Caro Diotti afirma que “la jardinería te alarga la vida”, una creencia que ha ganado popularidad en los últimos años. En una entrevista con Infobae Deco, Diotti explicó que no es necesario contar con un gran jardín para beneficiarse de la naturaleza; cultivar la conciencia de reconectar con el verde puede hacerse a través de balcones, macetas o incluso en el interior del hogar. La capacidad de diseñar entornos naturales a pequeña escala tiene efectos comprobados sobre el bienestar y la longevidad de las personas.
La relación entre la naturaleza y las neurociencias ha sido objeto de un creciente interés académico. Diotti menciona que hay hábitos tradicionalmente recomendados para mantener una vida saludable, como la actividad física, una alimentación equilibrada y un buen descanso. Ella afirma: “Está comprobado que hacer jardinería trae cambios en el cerebro”, aludiendo a la evidencia científica que respalda los beneficios de trabajar la tierra. Esta práctica, según la paisajista, responde a una conexión ancestral, ya que los seres humanos han pasado el 99% de su historia en contacto con la naturaleza, mientras que solo el 1% corresponde a la era moderna, caracterizada por el predominio de la tecnología y los espacios cerrados.
El concepto de biofilia describe la afinidad innata del ser humano por la naturaleza y ofrece una explicación a la sensación de paz y felicidad que muchas personas asocian con los entornos naturales. Diotti señala que, al preguntar a las personas sobre sus recuerdos más felices, la mayoría menciona experiencias al aire libre, como la playa, la montaña o simplemente observando un atardecer. Esta preferencia universal tiene raíces evolutivas, ya que la supervivencia de la especie ha dependido durante milenios de la interacción con el entorno natural.
La pérdida progresiva de esta conexión, acentuada por el tiempo prolongado en entornos urbanos, ha motivado el resurgimiento de prácticas como el grounding, que consiste en caminar descalzo sobre la tierra para favorecer el intercambio de electrones y equilibrar la carga eléctrica del cuerpo. Diotti subraya que este contacto genera reacciones químicas en el cerebro, similares a las que se producen al sumergir las manos en la tierra al jardinear. Aunque la vida moderna dificulta la permanencia constante en entornos naturales, la creación de pequeños espacios verdes en el hogar puede replicar parte de esos beneficios.
La intuición sobre los beneficios de la naturaleza para la salud no es nueva. La civilización griega ya recomendaba la presencia de jardines en hospitales, convencida de que la recuperación se aceleraba en entornos verdes. Esta tradición se mantuvo hasta la Revolución Industrial, cuando los centros urbanos se transformaron en estructuras de cemento que relegaron el valor terapéutico de los jardines. En las últimas décadas, especialmente desde la pandemia, universidades como las de Denver y equipos científicos de los Paises Bajos han retomado el estudio del bienestar, confirmando lo que los antiguos intuían.
El diseño de interiores también ha incorporado la proliferación de plantas en el interior, así como techos y paredes verdes. Diotti sostiene que estos elementos mejoran el estado de ánimo y la concentración, además de contribuir a la purificación y al equilibrio emocional. Incluso quienes viven en departamentos pueden beneficiarse de una “jungla interior”, adaptando las posibilidades de su espacio.
El déficit de contacto con la naturaleza ha sido desarrollado por Richard Louv, quien advierte que en Argentina los menores pasan un promedio de seis horas diarias frente a pantallas, lo que limita su exposición a actividades al aire libre. Este fenómeno se relaciona con las “zonas azules”, regiones del mundo donde la longevidad es excepcional, como Japón y Sicilia, donde la práctica de la jardinería es un denominador común. En todas estas zonas, los habitantes han cultivado y continúan haciéndolo en la vejez, lo que refuerza la hipótesis de que la jardinería regular contribuye a la longevidad. Además, se observa un círculo virtuoso: quienes practican jardinería tienden a modificar otros hábitos, como la alimentación.
La transformación en el sector de la jardinería está al alcance de cualquier persona dispuesta a experimentar con el cultivo de plantas, sin importar la escala. La posibilidad de crear belleza a partir de recursos mínimos convierte la jardinería en una herramienta accesible y poderosa. La clave reside en el deseo de conectar con la naturaleza, independientemente del espacio disponible. Diotti asegura que un simple gesto de jardinería “te da vida”.