Investigadores del Instituto Weizmann revelan nuevos hallazgos sobre la Edad de Hierro en Jerusalén, aportando claridad a su compleja cronología histórica.
Investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias, ubicado en Rejovot, Israel, han realizado un avance significativo en la comprensión de la cronología de Jerusalén, una ciudad con una historia de ocupación continua que se remonta a miles de años. A pesar de la abundancia de textos históricos que documentan su importancia religiosa y política, aún existen vacíos en la cronología absoluta de la ciudad. En colaboración con un equipo de arqueólogos del sitio arqueológico Ciudad de David, la Autoridad de Antigüedades de Israel y la Universidad de Tel Aviv, han logrado establecer una cronología detallada de la Edad de Hierro, periodo en el que Jerusalén habría funcionado como la capital del antiguo Reino de Judá. Los resultados de este estudio han sido publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, USA (PNAS).
El desafío que enfrentaron los investigadores radica en la dificultad de determinar fechas exactas o períodos de tiempo a partir de las evidencias arqueológicas. En este contexto, se distingue entre la datación absoluta, que busca establecer fechas precisas, y la datación relativa, que organiza los eventos en función de similitudes arquitectónicas y cerámicas con otros sitios. Un fenómeno que complica la datación es el conocido como meseta Hallstatt, que se relaciona con la interacción de rayos cósmicos en la atmósfera terrestre, lo que interfiere con el uso de la datación por radiocarbono, que es el método estándar para determinar la antigüedad de los objetos. Este método, que se basa en la descomposición radiactiva del carbono-14, permite establecer un rango de fechas que abarca desde el siglo VIII hasta el V a.C. Sin embargo, la datación por radiocarbono no siempre proporciona un marco temporal preciso, lo que ha llevado a que los estudios arqueológicos de la última parte de la Edad de Hierro enfrenten dificultades.
Para abordar este problema, los investigadores recurrieron a textos bíblicos y a la datación por radiocarbono. La complejidad de la habitabilidad de Jerusalén, que ha sido testigo de numerosas guerras, destrucciones y reconstrucciones, ha dado lugar a una amalgama de construcciones de diferentes épocas, lo que ha creado un entorno urbano extenso y complejo. Para llenar los vacíos en la cronología, fue necesario superar el desafío que representa la meseta Hallstatt. Afortunadamente, los investigadores lograron hacerlo mediante el uso de la microarqueología, un enfoque relativamente nuevo en el campo de la arqueología que se centra en el examen detallado de los restos dejados en los yacimientos.
La microarqueología implica un análisis meticuloso de los materiales y la datación de las capas de ocupación humana y de los materiales de construcción. La profesora Elisabetta Boaretto, directora de la Unidad de Arqueología Científica del Instituto Weizmann, explica que este método permite “comprender a fondo la relación entre los materiales y datar las capas de ocupación humana”. Durante su visita a los lugares de excavación, Boaretto, junto con la Dra. Johanna Regev, realizó alrededor de 100 mediciones de materiales orgánicos, principalmente semillas carbonizadas. “No solo tenemos que ser capaces de recoger semillas, huesos y carbón del yacimiento, sino también identificar el contexto, por ejemplo, dónde se quemaron las semillas”, señala Boaretto.
Los investigadores aplicaron métodos analíticos desarrollados a lo largo de los años en el campo. Después de recolectar las muestras, separaron los contaminantes originales y llevaron a cabo múltiples análisis en el Laboratorio de Espectrometría de Masas Acelerador de Investigación Dangoor (D-REAMS) para obtener una mayor precisión en la datación. “Sabemos cómo se formó el sitio, así que recolectamos muestras de mortero relacionadas para estar seguros de que estaban allí cuando se construyó”, explica Boaretto.
La superación de los desafíos de datación fue posible gracias a los anillos de los árboles, que proporcionan fechas calendáricas a partir de archivos conocidos. La dendrocronología, que se basa en el crecimiento de los anillos de los árboles, permite determinar la edad de un árbol y, por ende, su antigüedad. Combinando la determinación de la concentración de interés, el Dr. Lior Regev de D-REAMS realizó experimentos que revelaron la existencia de dos eventos bien establecidos: la destrucción de Jerusalén por los babilonios en 586 a.C. y un terremoto en el siglo C, que fueron seguidos por esfuerzos de reconstrucción a gran escala. Estos hallazgos proporcionan información sobre el comportamiento de la atmósfera y revelan diferencias en la región en comparación con las mediciones de Europa y América en la misma época.
Los investigadores notaron que cuando los datos coinciden, se pueden identificar “desplazamientos” que son fundamentales para comprender el clima, la atmósfera y las cronologías arqueológicas. Este logro representa un avance en la creación de una cronología detallada y precisa de una ciudad que ha estado continuamente habitada. En particular, se ha documentado la presencia generalizada de asentamientos humanos desde el siglo XII, con una expansión hacia el oeste que se remonta al siglo IX, lo que permitió determinar la construcción de un edificio antiguo. La investigación ha revelado una importante reestructuración en la planificación urbana, que se atribuye a un desarrollo devastador. Cabe destacar que, mientras que investigaciones anteriores habían atribuido la reurbanización a un periodo posterior al reinado del rey Ezequías, los nuevos hallazgos sugieren que probablemente ocurrió durante el reinado de Uzías.
El trabajo fue dirigido por la doctora Eugenia Mintz y contó con la colaboración de Joe Uziel, el profesor Yuval Gadot y sus colegas. Los autores del estudio incluyen a Helena Roth, Nitsan Shalom, Nahshon Szanton, Ortal Chalaf, Yiftah Shalev, Efrat Bocher, Charlotte L. Pearson y M. Brown.


