Un nuevo estudio revela cómo los antiguos habitantes de Jerusalén enfrentaron desafíos climáticos mediante innovaciones en ingeniería hidráulica. Este contenido fue producido por expertos del Instituto Weizmann de Ciencias, uno de los centros más importantes del mundo en investigación básica multidisciplinaria en el campo de las ciencias naturales y exactas, situado en la ciudad de Rejovot, Israel. Hace aproximadamente 2800 años, los habitantes de Jerusalén durante la Edad de Hierro se enfrentaron a un cambio climático que se caracterizaba por sequías e inundaciones repentinas. En este contexto, el poder de Judá, probablemente liderado por el rey Joás o su sucesor, Amasías, ideó una solución de ingeniería a gran escala para las condiciones climáticas impredecibles y la escasez de agua: fortificar la principal fuente de agua de la ciudad, el manantial Gihón, y redirigir sus aguas hacia un depósito artificial, el estanque Siloé, que también servía para captar agua de lluvia. Para lograr esto, se construyó una monumental presa en Siloé.
Esta historia surge de un nuevo estudio realizado por la Unidad de Arqueología Científica de Ciencias en colaboración con la Autoridad de Antigüedades de Israel, publicado hoy en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS). Utilizando métodos microarqueológicos avanzados y datación por radiocarbono precisa, las muestras analizadas incluían paja microscópica sin carbonizar y ramitas carbonizadas incrustadas en el mortero durante la construcción. El equipo, dirigido por la doctora Johanna Regev y la profesora Elisabetta Boaretto del Weizmann, trabajó junto a los arqueólogos doctores Nahshon Szanton, Filip Vukosavović e Itamar Berko, y reveló que la construcción se llevó a cabo entre 805 y 795 a.C., un rango inusualmente preciso que constituye un logro excepcional en los hallazgos antiguos.
Para completar el panorama de este período, los investigadores combinaron datos climáticos existentes provenientes de núcleos de perforación en el Mar Muerto, estalagmitas de la cueva Soreq y registros de actividad solar, rastreados a través de la influencia de la formación de isótopos cosmogénicos radiactivos. Esta integración condujo a una conclusión imponente sobre la existencia de un sistema hídrico integral diseñado para afrontar los desafíos de la época. “Nuestros hallazgos apuntan a una planificación urbana y gestión del agua ya en el siglo IX a.C., lo que evidencia la fortaleza de la ciudad”, afirman los investigadores. La doctora Regev es titular de la Cátedra Dangoor de Arqueología y directora del Centro Helen Martin Kimmel de Arqueología. Su trabajo cuenta con el apoyo del Laboratorio de Espectrometría de Masas Acelerador de Investigación Dangoor.


