Desde principios de diciembre, Argentina ha celebrado la llegada de los primeros seis aviones de combate F-16, marcando un hito en su historia militar. Estos cazas, adquiridos a Dinamarca por aproximadamente 300 millones de dólares, son parte de un total de 24 unidades que se entregarán de manera gradual hasta 2028. La llegada de estos aviones ha generado un ambiente festivo en el país, con pasadas aéreas sobre la Ciudad de Buenos Aires y una notable atención mediática.
El Ministerio de Defensa argentino ha indicado que los F-16 estarán destinados a diversas misiones, incluyendo defensa antiaérea, supresión de defensas aéreas enemigas, ataque marítimo, interdicción aérea, apoyo aéreo cercano, y tareas de inteligencia y reconocimiento. La primera entrega incluye dos F-16AM monoplaza y cuatro F-16BM biplaza, que permitirán tanto misiones tácticas como entrenamiento, crucial para la formación de nuevos pilotos y personal técnico en un sistema que no operaba desde hace años.
La base inicial de operaciones para estos aviones será el Área Material Río Cuarto en Córdoba, mientras que la VI Brigada Aérea de Tandil se convertirá en el centro de formación para el personal. Esta infraestructura ha sido objeto de renovaciones significativas, tras haber estado en desuso durante años.
La compra de los F-16 se produce bajo la gestión de Luis Petri, quien fue uno de los ministros más destacados del gobierno de Javier Milei. Petri, que recientemente asumió un cargo como diputado nacional, había liderado la comunicación sobre esta adquisición, utilizando un enfoque de marketing que evocaba la película “Top Gun”. En sus redes sociales, compartió mensajes que enfatizaban la modernización de la defensa argentina, afirmando: “Capacidad supersónica. Defensa supersónica. Argentina supersónica. La nueva era está por despegar.”
Desde un punto de vista técnico, el F-16 Fighting Falcon es un caza multifuncional, conocido por su alta maniobrabilidad y eficacia en combate. A pesar de haber sido diseñado hace más de 50 años, sigue siendo relevante en el ámbito militar, habiendo participado en conflictos significativos como la Operación Tormenta del Desierto en 1991 y en operaciones de combate contra el terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
En comparación, Chile ha operado F-16 durante casi dos décadas, con una flota de 46 aviones que incluye modelos modernizados y capacidades avanzadas. La Fuerza Aérea de Chile (FACh) cuenta con 36 F-16 MLU Block 15/20 y 10 F-16 Block 50, que han sido sometidos a programas de modernización para extender su vida operativa. Esto resalta la diferencia en la preparación y capacidad de defensa aérea entre ambos países en la región.
En el contexto latinoamericano, otros países también poseen flotas de cazas supersónicos, como Brasil, Venezuela, Perú, Colombia, Honduras y México, lo que subraya la importancia de la modernización militar en la región.

