
El aumento del nivel del mar en el Atlántico Norte se relaciona con el debilitamiento de la circulación oceánica antártica, afectando el clima global.
El aumento del nivel del mar en el Atlántico Norte está vinculado a cambios en las aguas profundas de la Antártida, según un estudio publicado en la revista Nature Geosciences. Este trabajo fue liderado por investigadores de la Universidad de Miami y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés). A través del análisis de datos recopilados durante dos décadas, los científicos encontraron que la Circulación Meridional de Inversión (AMOC, por sus siglas en inglés), una corriente oceánica de gran importancia, ha experimentado un debilitamiento del 12% en las últimas décadas.
Este debilitamiento de la AMOC tiene un impacto directo en el flujo de agua fría y densa que se forma en el Océano Austral. A medida que esta agua se desplaza hacia el norte, juega un papel crucial en la regulación de las temperaturas en el fondo del océano Atlántico. El estudio reveló que el calentamiento de las profundidades oceánicas es consecuencia de la reducción de esta corriente, que forma parte de una rama abisal de la AMOC. Esta rama, que se origina en la región antártica, se enfría durante el invierno y se hunde debido a su alta densidad, creando una capa que se extiende hacia el norte.
El sistema de corrientes oceánicas actúa como una “cinta transportadora” tridimensional que distribuye calor, nutrientes y dióxido de carbono a través de los océanos del mundo. Sin embargo, en las latitudes más altas, este sistema se ha ralentizado, lo que se debe a cambios significativos en las aguas profundas, contribuyendo así a la expansión térmica del agua.
Tiago Biló, el autor principal del estudio, afirmó que estos hallazgos demuestran cómo las actividades humanas pueden tener un impacto global, incluso en áreas remotas del océano. Las corrientes afectadas abarcan vastas distancias, que oscilan entre 4.000 y 6.000 metros de profundidad. William Johns, coautor del estudio, destacó que este fenómeno tiene repercusiones locales en el mar y subrayó la importancia de la regulación del clima global. “Aunque estas regiones están a decenas de miles de kilómetros de distancia de otras áreas abisales, y se encuentran a solo unos pocos metros debajo de la superficie, nuestros resultados refuerzan la noción de que el mundo no está al margen de la actividad humana”, comentó Johns, quien es científico asistente en la Escuela Rosenstiel del Instituto Cooperativo de Estudios Marinos y Atmosféricos de la NOAA.
“Las corrientes afectadas abarcan direcciones norte-sur y este-oeste, así como diferentes profundidades”, añadió el profesor de ciencias en Rosenstiel. “Como resultado, hay un contenido significativo de calor en las aguas abisales, lo que contribuye al calentamiento del agua”. Biló también mencionó que “nuestro análisis observacional coincide con los modelos numéricos que han predicho que la actividad humana podría imponer cambios en la circulación de todo el océano”. Este estudio fue posible gracias a la planificación colectiva y los esfuerzos de múltiples instituciones oceanográficas a nivel mundial.