La comunidad científica ha identificado una nueva tendencia en la medicina del sueño, bajo el concepto de “apnea social”, un término que surge a raíz de un incremento en la gravedad de la apnea obstructiva del sueño (OSA) durante los fines de semana. Lucía Pinilla, del equipo de FHMRI Sleep Health de la Flinders University en Australia, sostiene que “la apnea del sueño ya es un problema de salud pública importante, pero nuestros hallazgos sugieren que su verdadero impacto puede estar subestimado”. Este fenómeno se describe como un aumento en los episodios de apnea que están directamente vinculados a cambios en los hábitos de descanso y al desajuste provocado por actividades sociales nocturnas.
El estudio, publicado en la revista American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, examinó datos de más de 70,000 adultos de diversas regiones del mundo, utilizando sensores validados para el monitoreo domiciliario del sueño. El análisis reveló un “incremento consistente y significativo en la severidad de la OSA durante la semana”. Los resultados muestran que el índice de apnea-hipopnea (AHI) resulta ser un 18% más alto los sábados en comparación con los miércoles. La investigación informó que “los participantes tenían probabilidades de sufrir apnea moderada o grave durante la semana (sábados), en comparación con la mitad (miércoles)”. Este efecto es más pronunciado en los hombres, quienes presentan un 21% de probabilidad de experimentar OSA durante la semana, frente a un 9% en las mujeres. Además, los menores de 60 años tienen un riesgo de presentar este fenómeno del 24%, en comparación con un 7% observado en aquellos de mayor edad. Como se detalla, “en promedio, el AHI es 6% más alto en los días de fin de semana, lo que representa un promedio de 0.76 eventos por hora a nivel grupal”.
Los cambios conductuales son uno de los principales desencadenantes observados. Las modificaciones en los horarios de acostarse, el “catch-up sleep” (dormir más para compensar la falta de sueño), el consumo de alcohol y el tabaquismo aumentan la presencia de OSA. Uno de los hallazgos resalta que “dormir 45 minutos adicionales incrementó el empeoramiento en un 47%”. También se enfatiza que el jetlag se entiende como un desfase en el inicio del sueño, lo que se asocia con una probabilidad adicional del 38% de sufrir OSA los sábados. De acuerdo con el análisis, “se ha documentado que el tabaco intensifica este problema, especialmente en hombres y en personas jóvenes, que son los subgrupos demográficos con mayor consumo de tabaco”.
Se advierte que el repunte en la OSA puede acrecentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, depresión, demencia, fatiga severa y accidentes. En palabras del estudio, “esta respiración alterada puede incrementar afecciones graves” asociadas si no se trata. El documento científico señala que “puede acarrear costos significativos a nivel poblacional, dada la alta prevalencia y las implicancias sanitarias y de seguridad tan amplias de la OSA”.
El diagnóstico y el abordaje de la OSA son cuestionados por expertos, quienes ponen en duda la efectividad de los métodos de diagnóstico basados en exámenes realizados en una sola noche. Según Matthew Danny Eckert, profesor y director de Health, “confiar en un estudio de una sola noche para captar la OSA puede provocar un subdiagnóstico y una clasificación errónea relevante, ya que el examen tiene que reflejar la realidad”. Entre las recomendaciones propuestas para contrarrestar la apnea social, se aconseja “mantener una rutina regular, asegurándose de mantener el mismo horario toda la semana y de dormir entre 7 y 9 horas cada noche”. El grupo de investigadores alentó a seguir utilizando la terapia de presión positiva continua (CPAP), aunque reconoce ciertas limitaciones, incluida la posible autoselección de los participantes, dado que aquellos que adquieren monitores pueden tener un promedio diferente al de la población general. Parte de la muestra corresponde a varones. Se señala que “la indisponibilidad de información sobre posibles modificadores o mediadores del efecto, incluyendo dieta, ejercicio físico, alcohol, cafeína, tabaco, temperatura de la habitación, tipo de empleo, horarios, etnicidad, comorbilidades y tratamientos con CPAP” limita el análisis. No se evaluaron las siestas porque el dispositivo utilizado no las detecta. Otro aspecto metodológico radica en que el cálculo del jetlag se basó en los días laborables, sin distinguir adecuadamente si los participantes tienen esquemas de turnos libres o variables.


